Madrid es una de esas ciudades cuyo encanto no se aprecia sin un toque de perspectiva. Alejarse de la urbe o venir desde otro lugar, es lo que permite absorber y contemplar toda la belleza de sus singulares calles y edificios. Madrid atrapa. Te seduce sin que apenas te des cuenta, una vez dentro de sus confines, es difícil escapar a su sutil encanto. Ecléctica y variopinta, diversa y castiza, en esta ciudad se entrelazan todas las culturas, los estilos, el arte y, sus gentes, tan diversas que difícilmente, encontrarás entre sus calles a un gato de verdad.
Madrid ha evolucionado notablemente, desde que Felipe II la convirtiera en la capital del reino hasta ahora, esta notable ciudad, ha visto cambiar su skyline, en claro contraste con lo que queda más cerca del suelo, evocando ese eslogan tan suyo: de Madrid, al cielo. La que contará con pequeños rascacielos coronando el centro, ha culminado su introducción en las alturas construyendo los rascacielos más altos del país. Así es Madrid, una mezcla de estilos en todos los sentidos. Desde los barrios más humildes de la periferia, hasta los residenciales del Barrio de Salamanca, Justicia o Chamberí, pasando por esa ciudad financiera, donde los rascacielos, se adueñan de todo.
Demos un repaso por la arquitectura de Madrid, cuyos edificios más emblemáticos han ido siendo restaurados para convertirse en lo que podemos disfrutar hoy. Empresas como Geneop se encargan de esa rehabilitación de edificios históricos para que, en contraste con el modernismo, la ciudad, conserve su historia.
Constituye una tarea difícil establecer un juicio definitivo sobre la arquitectura de Madrid, como decimos, en esta gran ciudad, convergen y divergen diferentes estilos. Si nos desplazamos por la línea dinástica española, desde Flandes hasta Austria y Francia, los estilos arquitectónicos van cambiando a cada paso. Madrid, como una esponja, siempre fue, es y será, proclive a absorber y adaptar otras tendencias foráneas a la austeridad de la estética arquitectónica católica que imperaba en otros tiempos.
Antes de convertirse en capital, esta ciudad, no era muy importante, aunque algunas torres mudéjares, todavía presentes en la capital, permiten apreciar ese Madrid medieval en el que estilo mudéjar dejo su impronta: la iglesia de San Nicolás de los Servitas y San Pedro el Viejo, dan fe de ello.
Austrias y Borbones, entre el siglo XVI y XIX
Recuerdo en tiempos de estudiante una excursión obligatoria en el colegio: el Madrid de los Austrias. Esta excursión, consistía en una clase de historia cuasi interactiva, en la que visitábamos el Madrid que permanecía arraigado en ese tiempo. La Plaza Mayor, como claro exponente de las características principales que definían dicho periodo, con sus grises agujas de pizarra despuntando en sus cuatro esquinas, sus fachadas de ladrillo rojo, producto del barroco castellano, sigue siendo el punto de encuentro del turista y el no turista. El Madrid más castizo, se encuentra en esa plaza y sus aledañas calles.
Otras construcciones emblemáticas y por igual, importantes, correspondientes a este peculiar tiempo, son el Puente de Segovia, la Casa de la Villa, el barrio de La Latina o el Madrid de los Habsburgos, recrean todavía, la atmósfera de ese Madrid que iniciaba su andadura como capital.
La llegada de los Borbones al trono, dejo que la influencia francesa e italiana, volviera la arquitectura mas ornamental y pomposa. Un claro ejemplo de esa evolución, se encuentra en el Hospicio de Pedro de Ribera, actualmente Museo Municipal en pleno Malasaña. Cerca de este, los Cuarteles de Conde Duque, antiguos barracones militares, hoy utilizados como centro cultural, de singular belleza.
Cabe señalar que, en la España Borbónica, la figura clave de la arquitectura, no fue un arquitecto. Carlos III, fue el rey que, a sabiendas de que Madrid no podía compararse con otras capitales europeas como Roma o París, decidió elevar su tierra, expandiendo sus fronteras hacia El Pardo, por debajo del barrio de Huertas. El Paseo del Prado, desde Cibeles hasta la Puerta de Atocha, se concibió para albergar las grandes instituciones de la Ilustración española: el museo de Ciencias Naturales, finalmente Museo del Prado, el observatorio astronómico y el Jardín Botánico, conservados en la actualidad, con Cibeles y Neptuno, flanqueándolos.
Esta expansión acometida por los Borbones, permaneció durante el siglo XIX, momento en el que se completaron las construcciones de edificios tan emblemáticos como el Teatro Real, Las Cortes, el Banco de España, la Casa de América y las mansiones del barrio de Salamanca.
Todos estos edificios, dotados con una belleza sin igual, decorando una ciudad embebida de todas las culturas y tradiciones que por ella, fueron pasando.
El siglo XX y la Gran Vía
Conocer Madrid es pasear por la Gran Vía, este viaje permite observar la arquitectura de principios del siglo XX. Desde las Cibeles hasta la recientemente renovada, Plaza de España, edificios emblemáticos como el de Correos, se mantienen en pie para deleitarnos con su presencia, mientras paseamos por esa calle.
Ya en el siglo XIX, existía la idea de dinamizar y modernizar la ciudad de Madrid, debido a que la misma, estaba creciendo, gracias a una mejora en la estructura urbana. Los numerosos motivos que hacían necesario crear un eje entre la Plaza de España y la Puerta de Alcalá, calaban en las instituciones madrileñas, tanto como la mejora del tráfico y la comunicación entre las diferentes zonas de Madrid.
En mil novecientos diez, se inician, bajo el mandato de José Francos Rodríguez, alcalde en aquel momento, las obras de la Gran Vía de Madrid. El proyecto, corría a cargo de José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio. El inicio de las obras, comenzó derribando los edificios anteriores que, consistían en más de trescientas casas, bodegas, comercios y catorce calles. Empresa nada desdeñable en aquellos tiempos. Para ejecutar el proyecto, se determinaron tres fases. La primera que se inicio en mil novecientos diez y se prolongó hasta mil novecientos diecisiete. La segunda que se ejecuto entre mil novecientos diecisiete y mil novecientos veintiuno y la tercera, que tras su inicio en mil novecientos veinticinco, se alargo en el tiempo, hasta mitad de siglo, por las consabidas guerras y los diversos acontecimientos políticos que las precedieron.
Tras largos años en los que los efectos de la Guerra, dieron lugar a diversas obras de restauración, reconstrucción y consolidación, al final de la dictadura, con la llegada de la Movida Madrileña, la Gran Vía de Madrid, se convirtió en una calle fundamental en la idiosincrasia del Madrid mas ochentero.
Recorrer a pie esta amplia calle, repleta de edificios representativos, es algo que hay que hacer. Independientemente del lado por el que empieces, ya sea subiendo desde Cibeles o partiendo de Plaza España, la espectacularidad y grandiosidad que emanan sus construcciones, no te deja indiferente. Lo ideal seria poder disfrutarla en soledad o con poca gente, algo poco habitual, mirando al cielo. Las fachadas, elegantes e imponentes, siempre guardan sorpresas, así como sus tejados, coronados por estatuas que vigilan al transeúnte.
No puedes dejar de caminar por la Gran Vía sin contemplar el Edificio de Telefónica, el Edificio Carrión (conocido por su cartel de Schweppes), el Metrópolis o el Grassy, antes de llegar al edificio España. Son muchos los edificios que componen la calle, todos singulares, con espectaculares fachadas que acapararán tu atención y tu mirada.
Curiosidades que te harán disfrutar más de esta arquitectura como saber que el cartel de Schweppes fue precedido por un cartel de Camel, otro de Cifesa y hasta la propia Paramount, así como el elemento desde el cual se cuelga Santiago Segura en una de sus primeras películas.
La Gran Vía, aun siendo una de las principales arterias de la ciudad, no es recta. Debido a que había que mantener las diferentes iglesias existentes en su trazado, hubo que hacer un trazado curvo que impide una visión completa de la calle. Algo que hace que te sorprendas a cada paso, cuando se van apareciendo ante ti, los espectaculares edificios.
Lo que no todo el mundo sabe, es que su nombre es de reciente cuño. No fue hasta el año 1981 cuando se bautizo como la Gran Vía, hasta entonces contó con diversas nomenclaturas: Avenida de Rusia, Avenida de la Unión Soviética o Avenida de la CNT. La llegada del franquismo la otorgó un nombre más español y fue bautizada como Avenida de José Antonio hasta el momento de su cambio.
Sin duda, una excelente muestra de la joya arquitectónica que es Madrid. Un paseo por esta gran calle, invita a conocer la cultura madrileña, sus teatros, sus cines, sus tiendas. Aunque recientemente, ha sufrido una nueva transformación que ha visto mejorado su paso, pues mantiene toda su grandeza con un toque más moderno, al disponer de más anchas aceras.
Hablar de Madrid y su arquitectura es algo que no puede hacerse en un solo artículo, como es fácil de comprender. La mejor manera de adentrarse en ese universo de ladrillo y arte, es adentrarse entre sus calles, embeberse in situ de todo lo que a la vista ofrece. No hay rincón de Madrid que no cuente con un edificio singular en el que detenerse y al contemplar, en otra época entrar.