¿En qué consiste el trabajo de un procurador?

Cuando alguien escucha la palabra procurador, lo más probable es que se imagine a un abogado con otro nombre o incluso a un funcionario de los juzgados. Sin embargo, la realidad es bastante distinta: el procurador tiene un papel propio, muy concreto y esencial dentro de la maquinaria judicial en España. Aunque a menudo pasa desapercibido para el gran público, es una figura sin la que los pleitos y procesos legales serían mucho más lentos y caóticos.

En este artículo voy a contarte de forma sencilla todo lo que necesitas saber para poder entender mejor su oficio, y sobre todo, explicaremos cuáles son sus principales diferencias con los abogados, ya que muchas personas confunden dichos oficios.

Una figura poco conocida, pero muy necesaria.

Lo primero que hay que entender es que el procurador no es un invento moderno; de hecho, se trata de una profesión con siglos de historia. Desde los tiempos del derecho romano ya existían personas que se encargaban de representar a otros en los tribunales, sobre todo cuando no podían acudir personalmente. El nombre “procurador” viene precisamente de la idea de “procurar” por los intereses de alguien.

En este país, el procurador es un profesional de derecho que se encarga de representar a las partes en un proceso judicial. Su función principal consiste en actuar como intermediario entre el ciudadano y el juzgado. Si lo imaginamos con un ejemplo sencillo, el abogado sería el “cerebro” de la estrategia legal, mientras que el procurador sería las “piernas” que hacen que todo se mueva: lleva documentos, presenta escritos, vigila plazos y se asegura de que el proceso no se quede atascado.

Diferencia entre abogado y procurador.

Una de las preguntas más frecuentes es: ¿si ya tengo un abogado, para qué necesito un procurador? La confusión es normal, porque en muchos países el abogado asume también la representación en los tribunales. Pero en España se separan estas funciones para dar más fluidez al sistema:

  • La función principal del abogado es defender.

El abogado defiende, prepara argumentos, diseña la estrategia legal y asesora al cliente sobre lo que más le conviene.

  • El procurador, en cambio, se encarga de la representación procesal.

Lo que significa que firma y presenta escritos en nombre del cliente, recibe notificaciones del juzgado y mantiene la comunicación constante entre las partes y el tribunal. Dicho de otro modo: el procurador es el “puente” necesario entre el ciudadano y el sistema judicial.

Sin él, la comunicación sería mucho más lenta y complicada, porque los juzgados tendrían que notificar directamente a las personas, algo poco realista en procedimientos largos.

El día a día de un procurador.

Imagina por un momento el trabajo diario de un procurador. A primera hora de la mañana revisa las notificaciones que le han llegado de los juzgados: puede haber resoluciones, citaciones, autos o requerimientos. Cada uno de esos documentos tiene plazos estrictos que cumplir, y el procurador debe trasladar inmediatamente la información al abogado para que prepare la respuesta adecuada.

Después toca presentar escritos. El procurador se desplaza (o en la actualidad, lo hace mediante sistemas telemáticos) para entregar documentación en el juzgado correspondiente. Puede tratarse de una demanda, un recurso o un simple escrito solicitando una copia. El objetivo es que todo esté en regla, con sus plazos correctos y siguiendo la forma que exige la ley.

Además, el procurador vigila que las notificaciones no se pasen por alto, que los plazos se cumplan y que no haya errores de trámite; por eso su labor es tan importante en subastas, embargos y demás asuntos que requieran anotaciones con un margen de fecha preventiva para evitar problemas con la justicia, según expone la procuradora Mº Luisa Velasco Vicario.

Un guardián de los plazos.

Uno de los aspectos más curiosos y, a la vez, más importantes de su trabajo es el control de los plazos.

En derecho, saltarse un plazo procesal puede suponer la pérdida de un derecho. Si, por ejemplo, un recurso debe presentarse en veinte días y alguien se despista, el tribunal puede rechazarlo directamente.

Por eso, el trabajo del procurador podría conocerse como la labor de un auténtico guardián de los tiempos, porque su agenda está llena de recordatorios y avisos para que ninguna fecha se escape. Puede sonar como algo burocrático, pero en la práctica se trata de una labor vital para asegurar la justicia, puesto que muchos casos judiciales se ganan o se pierden no tanto por el argumento del abogado, sino porque alguien presentó algo fuera de tiempo.

Representación en el juicio.

Aunque el procurador no es quien expone argumentos en el juicio, sí está presente en muchas vistas y actos procesales. Su papel en estos momentos consiste en dar fe de que está representando al cliente, firmar actas, recibir notificaciones en el mismo acto y acompañar al abogado en la parte más formal del proceso.

De hecho, la ley exige que en la mayoría de procedimientos judiciales se cuente con procurador. Solo en casos más sencillos o de menor cuantía se permite acudir con abogado únicamente. Esto refleja la importancia de esta figura como un oficio muy importante dentro del engranaje judicial.

La digitalización del trabajo.

En los últimos años, el trabajo del procurador ha cambiado bastante por la digitalización de la justicia. Antes, era muy común ver a procuradores corriendo de un juzgado a otro con carpetas bajo el brazo, entregando documentos en ventanilla y recogiendo notificaciones en papel. Hoy, gran parte de ese trabajo se hace a través del sistema LexNET, una plataforma telemática que permite enviar escritos y recibir resoluciones electrónicamente.

Gracias a esta digitalización se ahorra muchísimo “papeleo”, y aunque parezca una “amenaza” para el procurador, no es nada más lejos de la realidad: el procurador sigue siendo el responsable de que la documentación esté en regla y llegue a tiempo, solo que ahora lo hace desde su ordenador en lugar de desplazarse tanto.

Una profesión de confianza.

Otro aspecto interesante acerca de la figura del procurador es la relación de confianza que mantiene con el abogado y con el cliente. El abogado necesita saber que el procurador está atento a todos los plazos y trámites, porque de ello depende la estrategia del caso. El cliente, por su parte, puede que nunca vea directamente al procurador o que apenas sepa de su existencia, pero su papel está siempre ahí, en segundo plano, sosteniendo el procedimiento.

A menudo se dice que los procuradores son los “invisibles” de la justicia: no aparecen en las noticias, no suelen dar discursos ni salir en televisión, pero sin ellos sería muy difícil que el sistema funcionara con fluidez.

Anécdotas y curiosidades.

Aunque pueda parecer una profesión aburrida, los procuradores acumulan muchas anécdotas curiosas. Hay quienes recuerdan épocas en las que tenían que recorrer medio país para entregar documentos en persona porque los sistemas electrónicos no existían. Otros cuentan cómo han tenido que lidiar con plazos que vencían en festivos o incluso en plenas vacaciones, porque la justicia no se detiene.

También es común que los procuradores se conviertan en auténticos expertos en organización. Suelen llevar decenas de casos al mismo tiempo, cada uno con sus plazos y particularidades. De hecho, hay procuradores que aseguran que podrían escribir manuales enteros de supervivencia sobre cómo no perder la cabeza en medio de tanto papeleo.

Un oficio regulado y especializado.

Para ejercer como procurador en España no basta con tener buena organización: es necesario contar con el título de licenciado o graduado en Derecho y, además, superar un máster específico en procuraduría, así como un examen de acceso profesional. Es decir, es una carrera que requiere preparación académica y un conocimiento profundo del sistema judicial.

Además, los procuradores están organizados en colegios profesionales en cada provincia, lo cual garantiza una regulación y supervisión de la práctica. Estos colegios también sirven de apoyo a los profesionales y garantizan que los ciudadanos cuenten con procuradores de confianza.

Una metáfora final para entenderlo.

Para explicarlo de forma más gráfica: imagina un hospital. El abogado sería el cirujano que diseña la operación y toma las decisiones técnicas, mientras que el procurador sería el anestesista que, aunque no suele salir en las fotos, resulta imprescindible para que la intervención sea segura y funcione bien. Ambos tienen roles distintos, pero complementarios.

Sin procurador, los abogados tendrían que ocuparse de trámites interminables, lo que les restaría tiempo para preparar defensas. Sin abogados, el procurador no tendría contenido que trasladar: es una relación simbiótica que asegura que la justicia funcione, a pesar de que sus roles sean diferentes.

El trabajo del procurador puede no ser tan visible como el del abogado o el juez, pero es absolutamente fundamental para el buen funcionamiento de la justicia. Y aunque mucha gente apenas sepa de su existencia, cada vez que un juicio llega a buen puerto, seguramente haya detrás un procurador que ha hecho su trabajo con discreción, pero con eficacia.

Ahora que ya sabes en qué consiste su trabajo, seguro que la próxima vez que escuches esa palabra, pensarás en ellos con otros ojos.

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